S.O.S. en Cachora-Choquequirao

Estuve este fin de semana en Cachora, distrito de la provincia de Abancay en la Región Apurímac, punto de ingreso de uno de los trekkings más espectaculares del Perú. La prestigiosa revista National Geographic se ha encargado de seleccionarlo como uno de los más asombrosos del mundo. En efecto lo es y su potencial lo es mucho más. Cachora es un apacible pueblito andino donde campesinos laboriosos viven de su milenaria agricultura, es decir, de una economía primaria que no los sacará de la pobreza nunca.
Sin embargo, su tabla de salvación es el trekking que se inicia allí  mismo y que en 31 kilómetros conduce en 4 días hasta las ruinas de Choquequirao, plato  fuerte de este producto. Es decir, han advertido claramente que el turismo es la única salida inmediata en su futuro y el de sus hijos. Entonces se manifiesta una vez más que la economía terciaria, la de los intangibles y valores agregados es el camino a seguir.
Los campesinos de Cachora, amigos míos, son arrieros y han armado su propia cadena de servicios que venden a operadores diversos alquilando sus caballos, mulas, carpas, guías, cocineros, ayudantes y choferes. Han encontrado aquí un medio de vida y una alternativa a sus vastos conocimientos agrícolas.
Pero mis amigos de Cachora son sólo campesinos. No tienen a nadie en este momento de angustia en que se inicia la temporada de los turistas  norteamericanos y europeos, los principales clientes. Ocurre que en la estación de lluvias que acaba de  concluir, el río se ha llevado el puente colgante que cruza el temible Apurímac.

La situación es de urgencia porque hay que reparar el puente sí o sí en estos días. Mientras tanto, han encontrado una solución ingeniosa pero un paliativo. Una oroya que es una cesta que atraviesa el río con cables a ambos lados para 4 personas. En realidad no soluciona nada porque el trekking necesita de los arrieros, sus caballos y mulas que no pueden pasar. El distrito está prácticamente paralizado y temen por los días que vengan sin su puente.
Lo que pueden perder  es la vida misma. Sin el turismo como lo reconocen  los arrieros, no podrían existir. Calculan ellos que en el 2011 han debido de pasar por sus predios unos 1500 a 2000 turistas, todos ellos jóvenes, la mayor parte extranjeros. Esta demanda puede ampliarse naturalmente.
Desde acá hago un llamado dramático a las autoridades del Gobierno Regional de Apurímac, al MINCETUR, al señor ministro de Turismo y a su viceministra de turismo, señorita Claudia Cornejo, a sus representantes parlamentarios en el congreso de la República para que les den una mano y puedan reparar su puente.
La mejor manera de expresar la inclusión social es apoyándolos en esta hora.