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lunes, 21 de enero de 2013

El turismo y el verano


Los flujos de viajeros que se desplazan por el mundo a lo largo de un año, no tienen un carácter estable o permanente mes a mes. Es decir, la demanda por servicios turísticos y el consumo de aquellos, sean por viajeros nacionales o extranjeros, se producen en forma muy marcada en el tiempo, generalmente en coincidencia con el verano del hemisferio norte y del sur generando lo que conocemos como la estacionalidad. Es decir, se trata del mayor o menor consumo de servicios que se genera en un determinado período de tiempo en el año.

Este desequilibrio entre la oferta y la demanda ha traído como consecuencia una alta temporada y baja temporada, razón por la cual los esfuerzos empresariales y gubernamentales se orientan a ampliar la permanencia con el objeto de evitar índices de ocupabilidad (sean hoteleros, de transporte o de restaurantes) de muy bajo rango que ponen en peligro la rentabilidad de las inversiones, y en consecuencia, la estabilidad de los empleos.

En Europa y los Estados Unidos, la estacionalidad se presenta en forma muy clara, precisamente porque las 4 estaciones del año son muy definidas. Obviamente que la gran estación es el verano donde millones de turistas prefieren hacer uso de sus vacaciones, ocasionando con ello, ver a interminables masas que invaden aeropuertos, estaciones de tren, puertos marítimos, fluviales y lacustres, hoteles, pero con mayor gravedad, miles de vehículos en las autopistas en gigantescas y larguísimas caravanas rumbo a las playas del Mediterráneo. Es fácil imaginar el consumo de bienes y servicios en los 3 meses del año por esos millones de turistas.

Pero también es fácil advertir que al término del verano la planta turística receptora alcanza una ocupación menor. Es en esas circunstancias que los empresarios agudizan el ingenio para motivar a nuevos segmentos de la demanda para desplazarse en otras temporadas o meses. La rebaja de tarifas asume entonces un papel decisivo para mantener la ocupabilidad en una mejor posición.

En atención a esta importante característica del turismo contemporáneo es que la OMT, entre otras causas celebra el Día Mundial del Turismo el 27 de setiembre de cada año, por ser el día de cambio de la temporada alta a la baja en el hemisferio norte, y en donde se modifican los precios de las tarifas de los servicios turísticos.

En el Perú, el fenómeno estacional no tiene las características anteriormente anotadas, puesto que nuestras estaciones no están plenamente definidas. Sin embargo, se debe admitir que en el verano del hemisferio sur (invierno en el norte) las estadísticas del turismo receptor crecen fuerte. En nuestro caso, la estacionalidad se presenta en alta temporada, generalmente en los meses de  julio, agosto y setiembre  y en menor proporción, en enero, febrero y marzo dependiendo de los mercados de procedencia. En baja temporada, tenemos abril, mayo y junio, octubre, noviembre y diciembre.

El turismo interno, podríamos decir que se produce a lo largo de todo el año, causando mayor impacto los llamados fines de semana puente, aquellos días feriados anteriores o  posteriores que coinciden  con sábados y domingos, los viajes promocionales realizados por los escolares en mayo, agosto y octubre. Naturalmente que esto significa un grave problema a resolver, aunque valgan verdades, se ha hecho un meritorio trabajo para escalonar los viajes escolares a setiembre y octubre.

Conviene agregar las consecuencias positivas y negativas que plantea la estacionalidad. Por ejemplo, en alta temporada, genera un incremento en la producción y consumo de bienes, sean alimentos naturales, enlatados, consumo de licores, enseres y equipos hoteleros, construcción civil, etc., y servicios como agua potable, energía eléctrica, transporte público, entre otros; también genera nuevos empleos, permanentes o eventuales y utiliza otros medios del aparato  productivo nacional. En temporada baja, disminuye el consumo, se frenan las ventas y se limita la producción.

En este sentido, existe una serie de medidas para contrarrestar o atenuar el fenómeno de la estacionalidad. El escalonamiento de las vacaciones, tema tan de moda en Europa actualmente, es una de esas medidas donde los empresarios ofrecen interesantes programas de invierno con precios rebajados, especialmente en la práctica de deportes sobre la nieve y hielo.

También el desarrollo de los congresos y eventos en baja temporada es otra alternativa que ha merecido la atención de los organizadores de viajes para descentralizar la demanda en el país, y en los meses que hemos identificado anteriormente. Otras de las medidas es la promoción del turismo interno como lo ha experimentado ya el Perú con las antiguas campañas del FOPTUR con resultados realmente halagadores, y recientemente  PROMPERU. 

Pero el tema se vuelve más  complicado cuando los analista y estudiosos de la economía del Perú, entre ellos el famoso Pedro Pablo Kuczysnki, PPK,  ha presagiado  para fines de febrero la caída de nuestra actividad económica relacionada con las exportaciones, el dólar y el tipo de cambio. A fines del próximo mes, ha dicho PPK, que en Estados Unidos se decidirá entre demócratas y republicanos entrar o salir del  abismo fiscal, es decir, seguir pagando cero intereses por sus dólares.

 Entonces, los capitales se irán corriendo hacia otros países donde se paga mejor como el Perú. Con inversionistas, ahorristas y especuladores, lo cierto es que habrá una invasión de dólares, y por tanto, el tipo de cambio pueda que llegue a los 2.40. Con esta cifra nuestros exportadores del turismo tendrán entonces un  dólar de poco valor. Cientos de  miles de familias del turismo receptivo se verán afectadas. 

 La movida que hay que hacer es entonces fortalece y priorizar el turismo interno ahora en pleno crecimiento.

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