Los flujos de viajeros que se desplazan por el mundo a lo largo de
un año, no tienen un carácter estable o permanente mes a mes. Es decir, la
demanda por servicios turísticos y el consumo de aquellos, sean por viajeros
nacionales o extranjeros, se producen en forma muy marcada en el tiempo,
generalmente en coincidencia con el verano del hemisferio norte y del sur generando lo que conocemos como la estacionalidad. Es decir, se trata del mayor o menor consumo de servicios que
se genera en un determinado período de tiempo en el año.
Este desequilibrio entre la oferta y la demanda ha traído como
consecuencia una alta temporada y baja temporada, razón por la
cual los esfuerzos empresariales y gubernamentales se orientan a ampliar la
permanencia con el objeto de evitar índices de ocupabilidad (sean hoteleros, de
transporte o de restaurantes) de muy bajo rango que ponen en peligro la
rentabilidad de las inversiones, y en consecuencia, la estabilidad de los
empleos.
En Europa y los Estados Unidos, la estacionalidad se presenta en
forma muy clara, precisamente porque las 4 estaciones del año son muy
definidas. Obviamente que la gran estación es el verano donde millones
de turistas prefieren hacer uso de sus vacaciones, ocasionando con ello, ver a
interminables masas que invaden aeropuertos, estaciones de tren, puertos
marítimos, fluviales y lacustres, hoteles, pero con mayor gravedad, miles de
vehículos en las autopistas en gigantescas y larguísimas caravanas rumbo a las
playas del Mediterráneo. Es fácil imaginar el consumo de bienes y servicios en
los 3 meses del año por esos millones de turistas.
Pero también es fácil advertir que al término del verano la planta
turística receptora alcanza una ocupación menor. Es en esas circunstancias que
los empresarios agudizan el ingenio para motivar a nuevos segmentos de la
demanda para desplazarse en otras temporadas o meses. La rebaja de tarifas
asume entonces un papel decisivo para mantener la ocupabilidad en una mejor
posición.
En atención a esta
importante característica del turismo contemporáneo es que la OMT, entre otras
causas celebra el Día Mundial del Turismo el 27 de setiembre de cada año, por
ser el día de cambio de la temporada alta a la baja en el hemisferio norte, y
en donde se modifican los precios de las tarifas de los servicios turísticos.
En el Perú, el fenómeno estacional no tiene las características
anteriormente anotadas, puesto que nuestras estaciones no están plenamente
definidas. Sin embargo, se debe admitir que en el verano del hemisferio sur
(invierno en el norte) las estadísticas del turismo receptor crecen fuerte. En nuestro caso, la estacionalidad se presenta en alta temporada,
generalmente en los meses de julio,
agosto y setiembre y en menor proporción,
en enero, febrero y marzo dependiendo de los mercados de procedencia. En baja
temporada, tenemos abril, mayo y junio, octubre, noviembre y diciembre.
El turismo interno, podríamos decir que se produce a lo largo de
todo el año, causando mayor impacto los llamados fines de semana puente,
aquellos días feriados anteriores o
posteriores que coinciden con
sábados y domingos, los viajes promocionales realizados por los escolares en
mayo, agosto y octubre. Naturalmente que esto significa un grave problema a
resolver, aunque valgan verdades, se ha hecho un meritorio trabajo para
escalonar los viajes escolares a setiembre y octubre.
Conviene agregar las consecuencias positivas y negativas que
plantea la estacionalidad. Por ejemplo, en alta temporada, genera un incremento
en la producción y consumo de bienes, sean alimentos naturales, enlatados,
consumo de licores, enseres y equipos hoteleros, construcción civil, etc., y
servicios como agua potable, energía eléctrica, transporte público, entre
otros; también genera nuevos empleos, permanentes o eventuales y utiliza otros
medios del aparato productivo nacional.
En temporada baja, disminuye el consumo, se frenan las ventas y se limita la
producción.
En este sentido, existe una serie de medidas para contrarrestar o
atenuar el fenómeno de la estacionalidad. El escalonamiento de las vacaciones,
tema tan de moda en Europa actualmente, es una de esas medidas donde los
empresarios ofrecen interesantes programas de invierno con precios rebajados,
especialmente en la práctica de deportes sobre la nieve y hielo.
También el desarrollo de los congresos y eventos en baja temporada
es otra alternativa que ha merecido la atención de los organizadores de viajes
para descentralizar la demanda en el país, y en los meses que hemos
identificado anteriormente. Otras de las medidas es la promoción del turismo
interno como lo ha experimentado ya el Perú con las antiguas campañas del
FOPTUR con resultados realmente halagadores, y recientemente PROMPERU.
Pero el tema se vuelve más complicado cuando los analista y estudiosos de la economía del Perú, entre ellos el famoso Pedro Pablo Kuczysnki, PPK, ha presagiado para fines de febrero la caída de nuestra actividad económica relacionada con las exportaciones, el dólar y el tipo de cambio. A fines del próximo mes, ha dicho PPK, que en Estados Unidos se decidirá entre demócratas y republicanos entrar o salir del abismo fiscal, es decir, seguir pagando cero intereses por sus dólares.
Entonces, los capitales se irán corriendo hacia otros países donde se paga mejor como el Perú. Con inversionistas, ahorristas y especuladores, lo cierto es que habrá una invasión de dólares, y por tanto, el tipo de cambio pueda que llegue a los 2.40. Con esta cifra nuestros exportadores del turismo tendrán entonces un dólar de poco valor. Cientos de miles de familias del turismo receptivo se verán afectadas.
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