La pandemia del Covid 19 nos dejó una terrible secuela de destrucción de miles de familias, la partida de cientos de compañeros emprendedores, quiebra y cierre de cientos de negocios y, por consiguiente, el desempleo de miles de los nuestros. El mundo entero y, el Perú, estuvimos en las mismas puertas del infierno al cerrarse todas las posibilidades de continuar como antes del 2019. Fue el fin del mundo I
Más tarde, cuando las cosas empezaron a mejorar con la apertura de aeropuertos internacionales, fronteras, vacunas
y protocolos de ingreso a los países visitados, llegó el gobierno del presidente
golpista con su ya conocido increíblemente inepto equipo de ministros y hacia
abajo. Le quedó demasiado grande el puesto. Una cosa es ser secretario general de
un sindicato y otra ser el presidente de una nación. Eso era el partido
marxista, leninista, chavista que llegó al poder.
Desde de esta columna, en entregas anteriores advertimos de
la pobre calidad profesional especializada en turismo de los directores
generales del MINCETUR, de los directores del CENFOTUR, PROMPERU y COPESCO, asesores
y adulones de siempre, indocumentados en turismo. Fue el principio del fin.
Aun así, el sector cuyas cabezas pensantes no lo eran
empezando por un sicólogo, luego un ingeniero industrial, un profesor de
filosofía, un arqueólogo y hasta un verdulero y sepulturero. Con este equipo de
improvisados, aficionados y amateurs no les iba a salir ni una como en efecto
así ocurrió. Todos los países de la región, algunos de ellos, clientes
nuestros, empezaron a crecer y recuperar a una velocidad impresionante.
Nosotros, cero balas. Pero empezaron a salir las denuncias de corrupción del
partido gobernante que desembocaron en el epílogo de un golpe de Estado y las protestas
que hoy vemos en las calles.
Foto: AFP
Ya habíamos caído luego de la pandemia y surgió tal vez una luz de esperanza, pero no sabíamos que el volcán iba a estallar y estaba debajo de nuestros pies. En ese escenario el turismo siguió cayendo y hundiéndose a la vista del mundo. El resultado fue la toma de aeropuertos, puentes, carreteras, desorden, muertos, incendios ante una acción pusilánime y timorata del gobierno de la presidente Boluarte. Esto no hubiera ocurrido nunca en un país que se hace respetar ante delincuentes, terroristas y azuzadores.
Ahora, volvemos al punto inicial. Cero reservas, confirmaciones
y reconfirmaciones. Negocios cerrados, miles de empleos nuevamente puestos en
la calle porque no hay con qué pagarles. Los independientes como guías,
taxistas o artesanos sin ventas. Cientos de turistas nacionales y extranjeros atrapados
en las carreteras. Perurail suspende sus servicios de manera indefinida. Los gobiernos de Estados Unidos, Francia, España, Rusia y Chile,
(nuestro cliente número 1) han recomendado no viajar al Perú. Total: el fin del
mundo II.
Las previsiones de la demanda receptiva e interna se han restringido
y, por tanto, las metas para el 2023 no se alcanzarán y tal vez se pospongan
hasta el 2024 y en adelante. Nuestras metas sustantivas el PBI sectorial, inversiones,
empleos, impuestos pagados y salarios, así como el índice de desarrollo humano
regresarán a cero: fin del mundo III.
Así las cosas, nuevamente nos toca reconstruir el sector desde
una perspectiva tanto pública como privada, regional, provincial y local en la
que se pueda trabajar, de manera que el primer objetivo del actual gobierno
hasta el día que permanezca debe de ser uno solo: impulsar la paz, seguridad y
tranquilidad públicas. Nada más. Luego, el gobierno constitucional entrante tendrá
por tarea un gran acuerdo para el futuro y el largo plazo del turismo peruano, el
sector que más empleos y puestos de trabajo ofrece a la Nación pero que ningún
partido político pensante observa y mira.
El turismo en el Perú se paraliza porque el orden del mercado
ha sido establecido para que los destinos del sur operen y prosperen. Nos parece
bien pero ese modelo ya ha quedado agotado a ojos vista de lo que ocurre ahora en
las calles, plazas, aeropuertos y destinos. Entonces, el largo plazo tiene que
ver con el desarrollo de grandes proyectos interregionales en el norte que
hemos propuesto años atrás desde esta columna y desde la Universidad Ricardo
Palma: el nuevo Miami en Piura y Tumbes, el circuito Nororiental y Selva Central
con incentivos tributarios en esas franjas en obras por impuestos. Este es el
salvavidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario