La terrible tragedia que nos está
llevando casi al borde del colapso ha encontrado al Estado peruano en su mayor
y ridícula desnudez. Sin el plan B, menos el A. Desarmado, desorganizado, sin
recursos ni control, situación que nos ha demostrado una vez más que el Estado
peruano no le sirve en lo más mínimo al hombre de a pie. Más de 700 muertos nos
contemplan con encanto. El drama que le ha tocado enfrentar al sector salud es una
muestra cabal al punto que el afamado doctor Huerta ha señalado que el Perú
entero es insalubre.
Pero el problema mayor salió a relucir
cuando el presidente de la República ofreció un bono de asistencia a los desprotegidos.
Primer acto. No sabemos quiénes son, cuántos son, dónde viven y en qué
se ocupan en medio de un país infinitamente informal y chichero. Creo que
cuando pase este grave episodio la lección a aprender es cuantificar, medir,
ubicar e identificar a esta enorme masa de la población que es desconocida caso
como si fuera de otro país.
Segundo acto. Llevemos
esta pequeña introducción siguiendo el esquema anterior a nuestro sector, gigante,
dicho sea de paso, donde labora un millón cuatrocientas mil personas y sus familias
con puestos de trabajo permanentes y eventuales, en planilla y fuera de ella, y,
por consiguiente, agrupados en algunos gremios y en una proporción mínima. En
lo personal, no creo en esa cifra de la fuerza laboral debido a que se ha
numerado apenas la punta del iceberg.
He señalado líneas arriba que la
lección a extraer es enfrentar la informalidad de quienes no conocemos para
poder medir con propiedad el verdadero peso específico de la producción sectorial
dentro del PBI nacional. Es decir, hacer un trabajo serio respecto de la
cultura informal que comprende también a los formales no dan boletas ni facturas
a la hora de los pagos.
Tercer acto. En
este escenario, apareció en Lima Norte cientos de operadores de todo tipo,
agentes de viajes, hospedajes, restaurantes, transportistas, guías de turismo
que ahora se han agrupado en una persona jurídica en torno a la Asociación Peruana
de Empresas de Turismo, APETUR, cuyo fin es el de ser diferente a los gremios
existentes y ser la voz de los que no son escuchados y abandonados. Ojo son
muchos y no dudo que harán fuerza de su unión, y me atrevo a avizorar que pasará
por encima a muchas de las asociaciones existentes. No sabíamos que existían. Son
jóvenes y con demasiada energía y fe de lo que son capaces de hacer. Son aquellos que no aparecen en ninguna lista.
Ante esta novedosa situación, la
representación gremial tiene aquí un rol mayor que el Estado y el gobierno de
turno. Cuántos de aquellos habrá en todo el Perú que no se sienten escuchados
ni representados. Por tanto, les quedan dos cosas: Escucharlos, sumarlos, cooperar
con ellos, ayudarlos, conectarlos y ser una fuerza empresarial mayor aun cuando
sean chiquitos. Justamente, ese es el valor del gremio, acoger a todos sin
distinciones y defender sus derechos e intereses.
Último
acto. Creo que es la hora de los gremios de ir en búsqueda de
ellos e integrarlos dentro del contexto de una plataforma mayor. Lo contrario
sería un grave error de perspectiva en la gestión institucional. El otro lado de
la medalla es ver aparecer una nueva entidad de emprendedores del turismo
peruano en búsqueda de nuevos horizontes que tiene como base a miles de no
agremiados y sin voz, pero capaces de construir una nueva columna vertebral.
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